Los críticos de los ultras alegan que éstos no están
dispuestos a respetar las reglas de comportamiento en los estadios ni las
normas de convivencia cívica fuera de ellos. Por su parte, estos hinchas no se
sienten tomados en serio por la élite que lleva las riendas del espectáculo
deportivo y mucho menos por los agentes policiales, con quienes sostienen una
relación hostil y de pocas palabras.
Aumentan los ataques contra los policías.
Este es un problema serio porque esa enemistad convierte a
las fuerzas de seguridad pública en blanco de agresiones. Sin embargo, es
necesario aclarar que, aunque los hinchas más violentos suelen pertenecer a las
filas de los ultras, no todos sus miembros son personas violentas. También es
importante destacar que no todos los policías actúan de manera razonable de
cara a los ultras. Esas y otras variables deben ser consideradas por las
autoridades si se quiere poner coto a la violencia en lugar de intensificar los
conflictos.
Quienes investigan el fenómeno de la violencia urbana
observan que los agentes policiales son percibidos con cada vez mayor
frecuencia como el enemigo. Y los garantes del orden están conscientes de ello:
la policía registra actualmente el número más elevado de heridos en el marco de
los desmanes cometidos por hinchas violentos, lesionados sobre todo por
dispositivos pirotécnicos. Muchos piensan que basta con restringir el uso de
pirotecnia para controlar la violencia generada por los ultras, pero los hechos
demuestran que no es así.
La pirotecnia no es, por sí sola, un arma
Las imágenes de banderas ardiendo en las gradas y los
tumultos registrados frente a los estadios o en las áreas de servicios al
margen de las autopistas revelan que los casos de vandalismo consumados durante
el más reciente campeonato de la Bundesliga no tienen nada que ver con los
fuegos artificiales que se encienden al principio de los juegos o cuando un
equipo anota un gol. Quienes han presenciado un partido en un estadio italiano
suelen quedar positivamente sorprendidos por las luminosas coreografías creadas
con mecanismos pirotécnicos.
Con pocas excepciones, en los estadios alemanes está
prohibida la pirotecnia. La razón: el humo y el calor creado por esos
dispositivos puede causar heridas serias, sobre todo cuando las gradas están
repletas de gente. De ahí que los partidarios de los fuegos artificiales –entre
ellos muchos miembros de los ultras– aboguen por que se permita encender
mecanismos pirotécnicos de manera planificada y sólo en áreas determinadas, y
rechacen el uso de los artefactos más peligrosos; ellos condenan también el
lanzamiento de las luces de bengala hacia el campo de juego.
Es necesario oír y entender a los ultras
¿Cómo hacer frente al fenómeno de la violencia asociada a
los ultras? ¿Interrumpir los juegos cuando se cometan actos de vandalismo?
¿Suspenderlos? ¿Dejar fuera del estadio a los hinchas de uno u otro equipo?
¿Reducir el número de boletos disponibles para determinadas asociaciones de
fans? Los propios ultras desaconsejan la implementación de medidas como estas
porque con ellas sólo se intensifica la cohesión del grupo y se estimula el
efecto de solidaridad, enfatizando además que estas estrategias no ayudan a
aislar a los hinchas violentos que se pretende identificar.
Este mes, cuando se vuelvan a reunir los políticos y los
representantes de las asociaciones y federaciones futbolísticas para tratar el
asunto de la violencia en el mundo del balompié, deberían abstenerse de
endurecer las reglas y las sanciones sin reflexión previa, y dejar de
generalizar cuando hablan del comportamiento de los hinchas. Deberían, más
bien, seguir el ejemplo que se intenta sentar en Hanover: en esa ciudad se
procura reducir el número de policías apostados en las calles durante los días
en que hay partidos, sustituyéndolos por “gerentes de conflictos” especialmente
preparados para resolver enfrentamientos con hinchas violentos.
To be continued...
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